Betina Sor muestra una serie de diez esculturas, ni una más ni una menos. Un número redondo, como un círculo, que ella misma hace rodar en esta exposición. Son todos personajes urbanos, captados en la ciudad y hasta en el mismo barrio donde ella vive. ¿Qué los une?. Una primera mirada habla de circunstancias sociales adversas, una mendiga, un linyera, una niñita de la calle o una boliviana que vende verduras. Sin caer en el efecto ni en el golpe bajo, el acercamiento de la escultora es indulgente.
Pero hay algo más, todos ellos son personajes que están en los márgenes de la sociedad, fuera del centro, están en el borde del abismo, son expulsados que todavía no se caen, la gorda del changuito es la contraparte del modelo masmediático de mujer, la boliviana está fuera de su patria y la niña que vende rosas es la antagonista de la niñez feliz y despreocupada.
Esta idea de margen o límite va más allá cuando Betina Sor habla de la vejez y la soledad. Sus viejitas están esperando ese otro abismo que se acerca y no se sabe muy bien qué es; también están en el límite, entre lo que todavía está y pronto no estará. En una pareja de personajes (la mendiga con dos niños y el linyera dormido entre cartones) se instaura un juego de opuestos y límites: la mujer amamanta un niño que empieza a vivir y el hombre oculta su cabeza bajo un cartón como si fuera un cadáver. También con la gatera está presente esa idea de abismo desconocido ( en los gatos hambrientos que no se ven) y el límite ( el tapial que los protege) y hasta en el irónico pensador sentado sobre el inodoro leyendo el diario: se defeca solo en la privacidad más extrema casi escondido.
Más allá del límite de lo privado y lo público o del centro y la periferia, Betina Sor trabaja con esa línea que separa el YING del YANG, el ser y el no ser. Lo insinúa en pequeños guiños: la rosa ( belleza que se marchita), las frutas (que se pudren), el changuito ( con comida que mantiene vivo al hombre) o el inodoro ( que contiene y elimina lo orgánico que ya no sirve al hombre). Es este continuo entre la vida y la muerte, entre lo que se ve y lo que se oculta, entre lo que fue y lo que será, lo que nutre el devenir de los acontecimientos y hasta la gravitación infinita de los planetas alrededor del Sol.
No en vano eligió Betina Sor la forma circular para exponer sus diez personajes, en una constante renovación de lo que hoy se ve y mañana se oculta.