Hace ya mucho tiempo leí una fábula, creo que de extracción persa, que hablaba del sentido de la posesión y la riqueza. Contaba la historia de un viejo y sabio rey que a sus tres hijos, príncipes que desde niños habían disfrutado de una incalculable fortuna; los mandó a estudiar oficios habitualmente ejecutados por sus súbditos. El primogénito fue obligado a aprender carpintería, el segundo sastrería y el benjamín fue instruido como intérprete en todas las lenguas de los pueblos que habitaban el reino.
El anciano rey no se cansaba de repetir a sus vástagos cada vez que se quejaban:“La única riqueza verdadera es aquella capaz de sobrevivir a un naufragio”.
De más está decir que, obviamente a poco de la muerte del viejo sultán, los tres príncipes se encontraron a bordo de una galera viajando por los confines del mar que rodeaba al reino y una tormenta que parecía escapada del iracundo soplo de Alá, los arrojó semidesnudos a una playa desconocida. Fue en esa situación donde su supervivencia dependió de la choza levantada por el mayor, las ropas cosidas por el segundo y la comunicación con los lugareños, a cargo del menor. Y así entendieron las palabras del fallecido monarca.
Betina Sor, en su nueva muestra titulada “Memoria & Balance”, se asemeja bastante al contenido de esta antigua y pedagógica parábola. En una contemporánea sociedad neoliberal, la artista se plantea, tal vez inconscientemente, el tema de la posesión como una valiente autodefinición. A través de una mirada de mujer que se posa impiadosamente sobre dos mundos, el femenino y el masculino, Betina Sor construye una especie de arqueología del recuerdo y la propia mirada.
¿Qué queda cuando un gran amor se termina? Un desordenado puñado de recuerdos presentado como poemas – visuales construidos a partir de la memoria fragmentada, pequeños objetos simbólicos del amor desaparecido y la palabra poética de la artista que resume todo. Queda construida así una colección dispar y desordenada, a la manera de un balance desquiciado compuesto por fetiches de amor, pero así es también la memoria de todas las historias personales.
“¿Qué tengo cuando ya no me queda nada?”parece preguntarse Betina Sor. A pesar de todo, ella sigue siendo una mujer y como tal todavía posee ciertas y determinadas características que la definen. Pueden ser cosas del mundo físico presentadas dentro de una asepsia casi chocante o bien símbolos de la vida emotiva presentados con un lenguaje de sutil poesía. El resultado es un conjunto de objetos enmarcados en forma diferente, porque tratan de cosas distintas, pero sin embargo unidos por una idea central, que constituyen una extraña y poco usual riqueza, pero riqueza al fin que sin duda posee la artista.
Por último, el tercer subconjunto de obras de la muestra también gira sobre la idea de la huella residual del amor y la femineidad. Pero esta vez Sor elige un símbolo controvertido: el preservativo. Tratado en estas obras como un souvenir prestigiado del acto amoroso y así rescatado en cajas y marcos o aparece dibujado junto a su compañero usual de aventuras adquiriendo ambos una rara prestancia de objetos de veneración.
En definitiva esta es una muestra sugerente y provocativa que arroja una mirada diferente sobre muchos preconceptos contemporáneos. Este gesto resulta necesario e importante en una sociedad actual empecinada en construir una realidad que privilegia constantemente valores dudosos.