Por ser su amigo, desde hace mucho, no podría más que cantar loas sobre los esfuerzos artísticos de tan querida persona.
Por ser el ayudante en su taller, tal vez tenga el privilegio de conocer el costado de la artista al que no muchos acceden. Compartir el tiempo y el espacio de creación con su responsable, hace que no sea yo un espectador imparcial de su obra.
Por no ser un escritor, más que de algunas pocas cartas, me sorprendió el pedido de mi amiga de prologar su trabajo.
Aclaro, me sorprendió, pero me honró profundamente.
Bueno, ya habiéndome presentado, les puedo decir sin lugar a dudas que yo conozco la cocina del arte de Beta, y que mejor lugar para poner la heladera ¿no?
“Heladeras” es un proyecto literario para el cual requirió de testimonios de usuarios de este electrodoméstico; y que pareciera estar más que distanciada de su habitual tarea de Escultora. Pero creo que hay un común denominador entre este libro y su volumétrica obra.
En su etapa más festejada por la crítica, los medios y el público, la artista nos mostraba personajes arquetípicos de gran realismo y fácil reconocimiento popular. En estos personajes urbanos había una sugerencia de cotidianeidad por la incorporación a la brillante talla y por la expresión de estos seres inanimados, de elementos “reales”: zapatos, inodoros, carteras, bastones, etc. Estos elementos remitían inevitablemente a una visión verdadera de la realidad, asociándose gentilmente a la estética “provocada” de la talla, de la pátina, del modelado, etc. Recuerdo que el efecto que provocó esta serie en los espectadores fue totalmente inesperado. Porque, ahora lo entiendo, esta conjugación de plástica, clasicamente hablando y el ensamble de estos objetos de manofactura industrial funcionaron como disparadores colectivos de otras cosas.
“Heladeras” usa como pretexto la relación de los entrevistados con este elemento cotidiano para descubrir otra verdad. Una verdad que ni la artista ni el consultado sabían antes de encender el grabador. Una verdad íntima, privada de cada uno. El arte de Betina logra desnudarla amigablemente.
En “Heladeras” los testimonios provienen de buena parte del núcleo afectivo de la autora. Pero bien podría haber consultado a completos desconocidos. Lo cierto es que el objetivo se modificó durante el proceso a tal punto que la consulta “meramente informativa” se transformó en un artilujio para conocer posiciones del entrevistado que ni siquiera él imaginaba. En síntesis, este ejercicio permitió acceder a actitudes ético – estéticas que hacen que seamos quienes somos.
No sé si “Heladeras” es un gran producto literario, pero puedo asegurar, sin embargo, que su lectura es muy útil para quien busca en la mirada de sus semejantes y en la propia una bella explicación de éste, nuestro mundo.
Ricardo Abad
C.V: Actor, titiritero, ayudante de escultor, entre otras muchísimas cosas. Nace en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires en 1965 y desde entonces ha rebotado aleatoriamente por distintos puntos del globo terráqueo sin conseguir con ese derrotero logros memorables, pero pasándola bastante bien dentro de todo. En 1994 se reinstala en Buenos Aires y aparenta haber sentado cabeza, por lo menos hasta la fecha.
Cabe destacar su irresistible sex appeal y su constante magnetismo. Por no hablar de su atractiva figura y, por supuesto, su increíble modestia.