ÁNGELES Y DEMONIOS

Los seres enamorados están poseídos por ángeles, que les hacen perder el juicio y ser otros, tal vez más cercanos a lo etéreo. Estar enamorada es estar cerca del cielo y pesar menos. Estos ángeles que tomaron nuestro cuerpo, despliegan sus alas y al batirlas meten viento entre las costillas. Y no queda más remedio que volar con ese viento, despegar del piso y llegar con el alma a atravesar el cuerpo de nuestro ser amado.

Ese viento, a veces nos ahoga de emoción. Cuando esperamos encon­trarnos con nuestro amor y nos sentimos miradas, cuando nos roza con su piel, nos escribe poesías, nos regala una flor o nos sonríe.

Los ángeles no tienen mucho lugar dentro de nuestro cuerpo, enton­ces al moverse en presencia del ser amado, una siente cosquillas en el alma; y no es más que nuestro ángel en movimiento.

Es tan fuerte esa sensación que alguna vez, tan solo con un abrazo, se puede llegar a sentir atravesar el cuerpo del otro. Y así experimentar el llegar al cielo. Casi el dejar de tener cuerpo y convertirse por unos instantes, eternos, en parte del todo.

Puede pasar también, que ese momento único entre dos personas, sea experimentado sólo por uno.

Tal vez, los ángeles se confunden, entran en contradic­ción, se marean, pierden el rumbo, y de golpe se convierten en demonios.

Desconozco la causa para que esto suceda. ¿Podrá ser por sentir disparidad en ese instante único del encuentro?

A los demonios, les gusta el piso y tiran hacia abajo. Es tan opuesto al ángel, que se pelea con él. Ese demonio le hace burla, al ver batir sus alas, en vano intento de seducción. Con su cola puntiaguda aguijonean el piso, se clavan y detienen la marcha. Los demonios no brillan, son oscuros, a diferencia de los ángeles que son transparentes, casi aire, irradiando luz.

Sé que mi ángel no quiere convertirse en demonio, ya que es un camino más duro en la vida.

Es mejor anidar ángeles que demonios.

Cuando los demonios se instalan, se quedan por mucho tiempo.

Es mejor olvidar los demonios, con ellos no se puede bailar por la vida…

 

1997