EL CINTURÓN

El cinturón fue un regalo suyo, junto con alguna poesía, alguna foto, y un poco de su semen sobre una servilleta de bar.

Pero el cinturón era lo que más generaba incógnitas.

El cinturón justamente hablaba de él, de su cintura; del espacio vacío que nos deja su circunferencia. Hablaba de todo lo que no decía. Las veces que engordó o adelgazó, la historia de sus cotidianos. Cinturón de cuero marrón, ajado, roto, gastado, usado, resquebrajado. Hablaba de esas, sus manos que lo desabrocharían apuradas para ir al baño, o de esas manos cansadas al final del día, que tirarían del extremo para aflojar el cansancio e ir a dormir.

O tal vez hablaba de esas manos de mujer, que ávidas acariciaban su con­torno, jugando con la hebilla, hasta lograr desabrocharla e invadir así su cuerpo.

El cinturón de cuero marrón juega conmigo a las circunferencias vacías, llenas de recuerdos.

Me reencuentro con él, a través de su ausencia circular.

El cinturón de cuero marrón me abraza, y me acintura, encintando su cin­tura a mi cintura.

Con el cinturón de cuero marrón jugamos a las circunferencias del olvido, a los círculos vacíos y llenos, y danzamos en un vals que gira y gira circularmente.

Tiempo redondo que nos volverá a encontrar, ¿Nos volverá a encontrar?… lleno de cambios, vacío de esperanzas, completo de diferencias y simplemente girando.

 

1993